Sentado en su recién instalada consulta, Ethan Rickman, un joven detective, se dispone a comenzar su jornada laboral. Había arreglado una estancia en su pequeña casa en la ciudad como consulta para recibir potenciales clientes y casos interesantes.
Hasta ese momento, había tenido algunos aciertos y también algunos fallos que prefería olvidar, pero estaba aprendiendo y gozaba de una excelente memoria para recordar todo tipo de datos, fechas y nombres.
Estudiaba cada caso que aparecía en la prensa y los seguía como si fuera un asesor más de la policía. Eso le había dado cierta soltura para acceder a cualquier petición que le hicieran.
Aunque su pasión era resolver casos enigmáticos y complejos, también debía aceptar otros menores. En su mayoría, objetos perdidos, mascotas extraviadas o casos de infidelidad para pagar las facturas.
Esa mañana parecía ser una de ellas. Un joven de unos 25 años, alto y con el cabello enmarañado color zanahoria, se presenta en su despacho.
"¡Buenos días detective!", dijo el joven estirando el brazo para saludar a Ethan, que estrecha su mano sorprendido por el carácter y la determinación de aquel joven que parecía recién salido de la escuela.
"¡Buenos días! ¿En qué puedo ayudarlo?", respondió Ethan, echándose hacia atrás con los dedos entrelazados, dispuesto a escuchar lo que para él era la historia de un corazón roto.
El joven se sentó frente al escritorio. Su delgada contextura denotaba cierta inquietud por lo que debía decir:
"Señor, vengo a pedirle un encargo de suma importancia y espero que usted sea un hombre de honor que sepa guardar un secreto que, en malas manos, podría convertirse en un arma peligrosa".
"¡Ya hombre, tranquilo!", contestó el detective con una ligera sonrisa. "Seguro que la chica no anda con ningún pelafustán que le pueda hacer daño. Usted es muy joven y de seguro ya encontrará algu..."
"¡No, no, no!", lo interrumpió el joven. "¡Esto es muy importante! Mi nombre es Colin, soy el encargado de la biblioteca de la ciudad y esta mañana, han robado un libro muy antiguo que yo especialmente debía proteger". Y agachando la cabeza pone sus manos sobre su cara.
Una vez repuesto, al levantar la vista, mira fijamente al detective, quien siente un sobresalto al ver que las pupilas del joven se habían aclarado.
Con voz serena y plana, Colin le confiesa provenir de una antigua secta encargada de resguardar los secretos de la vida:
"Hay libros a través de todo el mundo con diferentes secretos y cada uno de nosotros debe protegerlos con su vida". Dicho esto, por sus ojos atraviesa un humo negro y sus pupilas vuelven a la normalidad.
El detective, instintivamente, se había acercado al escritorio y miraba fijamente al joven como quien ve con atención el truco de un mago.
Bastante sorprendido, acepta con mucho entusiasmo resolver el caso y encontrar tan preciado objeto.
"No se puede tener la biblioteca cerrada sin una excusa coherente, por lo que el tiempo apremia", dijo Colin al detective.
Una vez en su interior, se dirigen al sitio del robo antes que las pistas se enfríen. "Se nota que los malhechores sabían muy bien lo que andaban buscando", murmura el detective y extendiendo sus brazos a su alrededor continua, “pero han desordenado aquí, como método de distracción”.
“¡Sin lugar a dudas, este es un trabajo por encargo!” Le dice a Colin, que lo mira pasearse de un lado a otro, agacharse, pararse y tantear libros.
Al entrar al enrome salón donde había estado el libro, una hermosa pintura de una casa con grandes ventanales los recibe. La obra no mide más de 1 metro de alto, pero su nivel de realismo es tal, que parece haber vida dentro.
Inmediatamente despierta la curiosidad del investigador. “¡Qué pintura más bonita!“ Destaca mucho en este sector de la sala. Y mientras se vuelve hacia la puerta reflexiona, “porque puede verse desde la entrada...“
“¡Huuummmmm! ¿Sabes algo de ella?“
“No mucho, sólo que en cada biblioteca donde se esconde un libro hay una pintura similar. Se supone que nos ayuda a cuidar nuestro tesoro de algún modo, pero no sé cómo... ¡Intenté comunicarme con ella pero no obtuve respuesta!“.
El detective se acerca a la obra y la mira con detención. Busca en cada rincón algo que le indique los pasos a seguir.
Revisa muros, peldaños... De pronto, en una de las ventanas ve reflejado un bosque que le parece familiar. Saca su lupa para mirar mucho más de cerca. “¿Dónde había visto ese sitio? Estaba seguro que se encontraba cerca de la ciudad”.
Ahí recuerda que hace años, siguió con mucha atención, el caso de unos artículos de arte que fueron hallados finalmente en la mansión de un multimillonario, famoso por sus excentricidades y por comprar todo tipo de objetos de dudosa procedencia.
Era popular por su particular estilo, sus pomposas fiestas y codearse con estrellas de la música y la televisión. Pese a ello, nadie sabía mucho de su vida privada porque pagaba muy bien para que todos mantuvieran la boca cerrada.
“Me produjo mucha indignación cuando este hombre, mostrando la imagen desde el computador del bibliotecario, quedó libre de toda culpa, si a todas luces estaba implicado. Todo terminó cuando las obras fueron devueltas y los supuestos ladrones apresados”.
“Según dijo al jurado y a los medios, había sido engañado y todo era parte de un montaje para desprestigiarlo y acabar con sus negocios y su fortuna”.
“¿y sabes dónde está ese lugar?”
“Al este de la ciudad, en una zona montañosa ¡Busca algo con qué defenderte, este hombre no entregará el libro tan fácilmente!
”Se estacionan al costado de un sinuoso camino para no despertar sospechas. Caminan un largo tramo de pendientes, rocas y en medio de un tupido bosque sobre una colina bien cuidada se instala la enorme casona. Sus rejas son tan altas que es imposible saltar.
“¡Pero este tipo vive en una cancha de golf!” Exclama el detective, mientras toma aire después de la caminata.
“¡Creo que no tenemos más alternativa que rodear la reja hasta encontrar un sitio por donde pasar sin ser vistos!” Dice el chico con determinación.
En la parte trasera de la casa dos enormes pitbull entrenados y listos para morder a todo el que se acerque a la reja.
Ethan y colin se aproximan a la puerta de servicio y en el momento que ambos perros se les vienen encima con feroces dentadas, el joven guardián pasa su mano por entre los barrotes y los canes automáticamente se detienen, mueven la cola y sacan la lengua felices de verlos.
“¿Pero cómo has hecho eso?”
“¡No son culpables de ser criados para la violencia! ¿Ves cómo nos mueven la cola contentos? Estos perritos no nos harán daño. Sólo quieren algo de cariño y que les rasquen detrás de la oreja. ¡Mira cómo se ponen, jaja!”
Y efectivamente, uno de ellos refregaba su espalda contra el pasto y mostraba la panza mientras el otro, dejaba que el detective le rascara la cabeza y en respuesta le llenaba la mano de langüetazos.
Luego de acariciarles la barriga y palmotearles el lomo, Colin les indica a los perros que se queden ahí sentados:
“¡No nos sigan! Les dice con un dedo levantado”.
Y ahí quietos, los dos pitbull se quedan mirando cómo se van sus nuevos amigos y con tímidos chillidos les piden que vuelvan.
Finalmente, terminan recostándose sobre sus barrigas y apoyando el mentón en el pasto en señal de lamento por no poder seguir con los mimos.
Mientras tanto, Ethan y Colin se dirigen por el camino de servicio hacia la parte trasera de la casa. Toman algunos artículos de limpieza y buscar el despacho del millonario. “¿Dónde más podría estar el libro?”
En ese momento, sólo se encuentra el personal de limpieza y los preparativos para el almuerzo, lo que facilita bastante la entrada de los dos jóvenes que terminan ataviados con sendos disfraces.
La casa es más grande de lo que ellos imaginan, lo que hace la búsqueda aún más difícil. Entran a tientas a una habitación, pero el lugar está prácticamente vacío.
De pronto, una señora del aseo junto con un guardia los señala con la mano y éste con paso firme se dirige hacia ellos.
Al dar la vuelta para huir, los jóvenes se encuentran con otro guardia que los toma por el cuello. Se los llevan a una habitación y los dejan allí.
“¿Y ahora qué hacemos?” Pregunta Colin.
“No sé aún, pero lo más seguro es que nos maten”.
Acto seguido, entra uno de los grandulones con un arma y en el momento que se dispone a disparar al más joven, este ya lo tenía de espaldas en el suelo medio aturdido.
Las pupilas de colin, se habían vuelto blancas otra vez y actuaba de forma autómata, certera y muy rápida. Al escuchar ruidos en la habitación, habían entrado dos guardias más que también fueron reducidos en cosa de segundos.
“¡No tienen escapatoria!” Grita el millonario desde el otro extremo del pasillo, cuando los ve salir corriendo de la habitación.
En ese momento, Colin que no era muy consciente de lo que había pasado, mira al detective con asombro. Hay tres guardias botados en el suelo inconscientes y el millonario tiene el libro en la mano. “¿En qué momento había sucedido todo eso?”
“¡Fuiste tú!” Es lo único que le dice el detective, señalando con la mirada a los hombres desparramados en el piso.
El joven guardián mira el libro en la mano de aquel hombre que está dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de obtener su poder.
“¡Por favor, entregue ese libro. No sabe lo que hace!” Suplica Colin.
“¡Y tu niñito! ¿Quién eres para decirme lo que tengo que hacer? ¡Lárguense de mi casa y hacemos como que esto nunca pasó!”.
La expresión en su rostro era indescifrable y hacía muy difícil saber si se burlaba o hablaba en serio.
“Como sea que hayan llegado hasta aquí, no son más que unos pobres mocosos enclenques”. Escupe mientras analiza el libro, “su informante tenía razón, vale cada centavo”.
¡A mí me espera fama, gloria, fortuna. El poder para controlar el mundo! No tienen pruebas de la existencia de este libro. Si hablan yo negaré todo... será su palabra contra la mía”.¡Mejor váyanse, olvídense que vieron esto y sigan con sus patéticas vidas!
En un afán por quitárselo, Colin corre hacia el hombre que sostiene el libro abierto, como quien aparta a alguien de brazas calientes, pero el millonario logra esquivar al chico y el libro cae al suelo.
En ese instante, los tres se abalanzan. Se escucha a alguien recitar uno de los conjuros que se encuentra en aquella página abierta. “Si era necesario aniquilar a estos dos, pues lo haría”.
En segundos, el hombre se para, se mira las manos y ve como sus palmas se arrugan rápidamente. Pierden turgencia, se secan, oscurecen y su pellejo se pega al hueso. En un acto reflejo, se toca la cara con las manos, pero tan sólo un esqueleto alza un agudo grito que se desvanece en la habitación.
Todo lo que había de aquel millonario y codicioso hombre se encuentran en un montón de tierra apilada en el piso.
Tanto el detective como Colin, aún en el intento de alcanzar el libro, se quedan petrificados ante el espantoso espectáculo que acaban de presenciar.
El joven guardián se levanta con una expresión sombría en el rostro, toma el libro del suelo y lo cierra.
Mientras lo sostiene con ambas manos, se siente culpable de lo que pasó. Ethan intuye lo que piensa, le rodea los hombros con un brazo y en silencio lo dirige hacia la salida. Ya tendrá tiempo de revisar las noticias y ver como se resuelve este caso...
“¡La próxima vez que se te pierda el libro, creo que te cobraré más caro!” Le dice mientras caminan por el mismo sendero de vuelta a casa.