lunes, 8 de septiembre de 2025

EL MEJOR ENVASE ES EL QUE NO EXISTE

Todo comenzó con un reportaje sobre las consecuencias del plástico en nuestra salud y el medio ambiente. Nada nuevo. Es un tema recurrente al que nos hemos acostumbrado.

Pero lo que hizo la diferencia esta vez, es que me sentí indignada que todo el esfuerzo de separar la basura y contribuir, aunque sea con algo a mitigar las consecuencias del destrozo que hacemos cada día, al parecer no serviría de nada y da lo mismo lo que hagamos porque no tenemos certeza a dónde van a parar nuestros desechos.


Ver original en YouTube.

Me quedé con un terrible sentimiento de desesperanza, de incredulidad... ¿Será verdad? ¿Cómo tanto?

Quizá, sea sensacionalismo barato, me autoconvencí, mostrando sólo una cara de la moneda, y comenzaron los para qué.

¿Para qué separar la basura? ¿Para qué voy al mercado con una bolsa de tela? ¿Para qué evitar el doble empaquetado, si mi esfuerzo y el de los demás terminará en algún lugar recóndito del planeta? o en el mío, como sucedió con los vertederos de ropa.

Esto me hizo pensar en bichos come plástico similares a las termitas, pero el riesgo de que se coman nuestras casas y todo lo que está su alrededor, es alto... XD

Quizás, una “compostera gigante” donde los bichos felices engullan plástico y devuelvan fertilizante. ¡Sería hermoso!

Pero resulta que investigando, descubrí que SI EXISTE una bacteria que come plástico. Fue hallada en 2016 mientras buscaban vida entre desechos plásticos.

Lo que hace esta bacteria no es directamente comerse el plástico sino que utiliza unas enzimas que lo “rompen” y transforman en un subproducto, pero el proceso es lento y no una solución inmediata. Además, sólo se alimenta de PET (Tereftalato de Polietileno) y no tiene otros plásticos en su menú.

Desde entonces, los investigadores han estado de cabeza intentando descomponer plástico en forma industrial como lo hace esta bacteria, y aunque los avances han sido significativos y en el camino se han descubierto otros organismos que actúan de forma similar, aún es poco lo que se puede hacer en comparación con la gran cantidad de desechos plásticos que se generan.

Plásticos


Por ahora, no queda más remedio que reducir al máximo su consumo, evitando por ejemplo el doble empaquetado de comida. Plásticos que una vez llegado a casa se retiran y botan de inmediato.


¿Qué puedo hacer como humano promedio?

Preferir la compra a granel en lugar del súper. Ya sea en ferias de barrio o en negocios especializados. Aunque es difícil competir con la inmediatez que ofrecen las grandes tiendas y su envasado industrial. Si se está dispuesto a ir más veces a comprar alimento suelto y consumir sólo lo necesario, podría ser una opción que incluso reduzca la cuenta a largo plazo.

Si alguien te quiere “enchufar” una bolsa, decir que no porque me he dado cuenta que es un acto reflejo de los vendedores. Algo que también sucede con el papel, que muchas veces entregan la compra en un sobre que de inmediato no te sirve.

Personalmente, intento avisar antes de recibir el producto y me miran con desconcierto. Siempre ando con bolso, no tiene sentido. El problema es que algunos vendedores te preguntan: "¿Trae bolsa?" Les dices que sí, y te meten la de papel igual... XD

En fin, que es importante ir preparado y anticipar. No puedes pedir al otro que cambie su forma de pensar pero si puedes hacer algo tú, aunque el panorama sea desalentador y uno se pregunte para qué si nadie recicla. Para qué si quizás todo mi esfuerzo termine en un vertedero o peor, quemado y tirado por ahí...


Ver original en YouTube.

Tomar conciencia de la dependencia que tenemos del plástico y que hoy vivimos rodeado de él es el punto de partida para evitarlo dentro de lo posible.


¿Es más difícil el camino?

¡Pues, claro! Porque todo está hecho para consumir y desechar. La economía y el mercado nos tienen acostumbrados a la comodidad. Ir al centro comercial y obtener todo lo que se necesita. Nadie quiere perder eso. Tampoco yo.

Hace tan sólo 70 años nuestros padres y abuelos iban a la tienda de abarrotes y todo lo entregaban envuelto en papel, amarrado con pitilla. Los empaquetadores hacían malabares con nuestras compras, dándolas vuelta en el aire y anudando con una pitilla que caía del cielo.

Las bebidas se compraban en envases retornables que la botillería amiga solía prestar. El aceite lo extraían de un tonel con una bomba manual y había que llevar una botella.

Nadie echaba en cuenta la cantidad de plástico consumido en el día porque no había conciencia o era mínimo, reflejado en una que otra bolsa transparente de medio kilo de harina o azúcar comprada en el almacén.

Se iba mucho menos al súper y todo se traía en cajas de cartón amarradas con cinta rafia. El pan salía a las cinco de la amasandería o panadería del barrio y se mandaba al más chico a comprar con la bolsa de género que tenía bordada la palabra pan.

En la panadería habían unas pesas muy especiales que tenían un artilugio incorporado que servía para sacar el pan de las canastas y echarlo dentro de las bolsas.

El gesto técnico consistía en pararse frente a la balanza, con los brazos estirados y la bolsa tomada por las asas mientras del otro lado del mostrador, el encargado miraba la aguja, calculaba su valor y dejaba caer el pan calentito que desprendía su magnífico aroma.

Era un artilugio muy bien pensado que permitía que todo fluyera. Nada de autoservicio, pinzas, tenazas o bolsa porque se perdieron las tenazas. Ni señoras discutiendo con gente que toquetea o mezcla el pan.

En fin, que los tiempos cambian y no es ni mejor ni peor. De hecho, en ese entonces se hablaba de deforestación y la industria papelera. Hoy estamos hasta el cuello de plástico.


Perrito divertido