lunes, 14 de diciembre de 2015

Ese extraño afán...

De comentar hasta el más mínimo detalle, de despotricar contra todo, de ventilar cotidianidades, de desmenuzar fotos, de descuerar al de turno, de pelear y compartir un sin número de nimiedades... en tiempo real, expectantes, cotilleando al vecino en este festival del morbo que son las redes sociales.

Quiéranlo o no, todos somos parte y contribuimos a este fenómeno simplemente porque es un lugar donde nos gusta estar... y pasear. Seamos espectadores pasivos o ególatras compulsivos. Quién no ha experimentado esa satisfacción perversa de ver al otro y por sobre todo comparar? Quién no ha revisado con grandes expectativas cuantos likes recibió por su publicación? Quién no deseo tener más y más "amigos"?

Y ahí está su éxito... en ese deseo innato de ser idolatrado, en la esperanza que nunca se agota, en la curiosidad por saber datos jugosos de los demás sin ventilar los nuestros. Las redes sociales son parte de un espectáculo malicioso que a todos nos gusta husmear. Alaba el ego y lo enaltece... y eso, a todo ser humano le interesa.

Pero que buscamos aparte de aprobación? Si retiramos el ego, que nos queda detrás de toda esa parafernalia barata y esa maraña de basura llena de likes...?? Porque seamos sinceros, nadie es genuino en las redes sociales... Porque siempre queremos SER el mejor, porque hacemos lo imposible por mostrar nuestra mejor cara.

INSTAGRAM es un buen ejemplo, muchos dedican incansable su vida a este fenómeno y obtienen "ganancias" de ello... pero lucrar con la imagen no es fácil, toma meses y meses de incansable y agotadora lucha, de tomar 1999 fotos para luego "retocar" una y subirla al universo para que los demás alaben lo linda que es... los resultados no son inmediatos y muchos quedan en el camino subyugados por la despiadada carrera.

Solo comienzan a ver frutos aquellos que logran un número considerable de seguidores. Ahí les ofrecen ropa, los invitan a eventos y la cadena continua en una vorágine sin fin. Se transforman en un producto, venden su imagen como un lavalozas o una pasta dental, pasan a ser una marca y un referente de cientos de jóvenes deseosos de seguir a alguien.

Porque hoy en día NO hay nuevos líderes, porque los iconos de generaciones pasadas NO los representan, porque buscan ídolos que les indiquen qué camino seguir dentro de tanta CONFUSIÓN, porque hoy en día es una necesidad que las redes sociales han sabido muy bien aprovechar... y manejar.

Pero cuanto tiempo se puede mantener algo que tarde o temprano cae frágil como un castillo de cartas y deja de tener sentido?

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