viernes, 29 de abril de 2022

INTENTO DE HELADO QUE TERMINÓ PARECIENDO TRUFAS

Esta receta salió de pura casualidad experimentando con nuevos ingredientes para helados. Hice varios intentos de paletas con fruta y yogur que quedaron bastante aceptables... De a poco, para evitar la cristalización, fui agregando cada vez más dátiles y miel hasta que di con esta pasta maravillosa y muy dulce.

Funciona tan bien, que puede moldearse perfectamente con la mano y cubrir con coco rallado, cacao en polvo, fruto seco molido, galleta, azúcar flor... o lo que se nos ocurra para darle una mejor forma y mejorar su presentación.

Para los más avezados, embetunar la trufa con cobertura de chocolate transformaría esta golosina en un maravilloso bombón helado.

También, podría funcionar como relleno para tartas o postres y sin usar una pizca de azúcar común. Incluso, para mi gusto la combinación de dátiles y miel queda bien relajante. Más aún si se utiliza cobertura dulce... Peeeeeeeero como serán porciones pequeñas, creo que aún se puede comer sin culpa.


INGREDIENTES:
– 3 Plátanos medianos.
– 250 gr de dátiles sin carozo.
– 200 gr de coco rallado.
– Esencia de vainilla.
– 2 Potes de yogur extra cremoso. (140 gr c/u)
– 1 Cucharada grande de miel.


PREPARACIÓN:
1. Remojar los dátiles el día anterior en poquita agua para hidratar.

2. En un vaso de juguera, batir plátanos, dátiles con su agua, miel, esencia de vainilla y yogur hasta que esté todo integrado.

3. Vaciar este menjunje a un bowl, agregar coco rallado y mezclar con espátula. Congelar de preferencia toda la noche.

4. Formar cada bolita ayudándose de coco rallado, cacao o el ingrediente que prefieras. Finalmente, volver a congelar las bolitas hasta conseguir una trufa helada. El resultado es sorprendente, de agradable sabor y muy consistente.


Trufas Heladas


domingo, 10 de abril de 2022

Afsdygurhff…

Relatos Perrunos
Imagen de Viernes creativos El Bic Naranja

Ramiro tenía una vida aparentemente feliz salvo por un inconveniente. Cada vez que salía a la calle había cierta palabra que se le escapaba en los momentos menos oportunos.

–¡¡¡Deme ¼ de Afsdygurhff...!!! Y ahí estaba. No podía evitarlo, se colaba en cualquier lugar.

En el vecindario, la gente gritaba ¡¡ALLÁ VIENE EL HAGGJHHFF!! Y él bajaba la mirada.

Los niños, lo apuntaban con el dedo y los extraños lo evitaban al pasar. Vivía acomplejado y con miedo a decir aquella "bendita" palabra que no podía controlar.

Buscó ayuda y los doctores le hicieron cientos de exámenes. Nadie pudo determinar con certeza cuál era su problema.

–¡¡Lo que usted tiene es tal cosa!! –Le decían y recetaban todo tipo de píldoras que no producían ningún efecto.

Hasta que un día todo cambió. Un médico especialista en enfermedades raras, le extendió un papel con una serie de instrucciones que debía seguir.

Era una especie de mapa esotérico que indicaba el camino hacia un bosque encantado.

–¡¡Quizás aquí encuentres lo que buscas!! –señala el doctor, marcando repetidas veces el lugar con círculos imaginarios.

Ramiro se va directo a ese sitio tan extraño y famoso a la vez. Había pasado millones de veces por allí y jamás vio algo como en la descripción.

Buscó el escaño, se sentó como le indicaron y pensó en sanar... Inmediatamente, una brisa y el olor a hoja fresca lo reciben.

Abre los ojos como platos al comprobar que sus pies están a 50 cm del suelo. Se siente tan liviano como una pluma, levitando sobre un colchón de hojas, delante de un enorme brazo que lo sostiene con unos hilos invisibles.

El brazo se ilumina y proyecta imágenes conocidas para él, pero también otras muy extrañas donde se ve a si mismo atándose los cordones con una mano. Las escenas se presentan como flashes y le demuestran que así como él, otros han llegado en busca de respuestas y posibles soluciones, pero pocos consideran la opción de dejar una mano a cambio de ser "normal".

El jóven mira a su alrededor y comprueba que efectivamente el bosque está lleno de manos que le hacen todo tipo de gestos de bienvenida. El brazo gigante había llenado toda su atención y nunca se percató del espectáculo que tenía delante.

Algunas manos hacían olas y saludaban, otras derechamente lo insultaban o sólo abrían y cerraban los dedos, mostrando el pulgar. Todas formaban parte de un ser humano que buscando consuelo y libertad había dejado en prenda su bien más preciado.

Ramiro ahora seguro de sí, baja la colina dejando atrás aquel misterioso bosque. Aún le hormiguea la mano y hasta siente que puede moverla, pese a que el puño de su camisa dice otra cosa.


Perrito divertido