Debido a la celebracion de los Juegos Panamericanos en octubre y noviembre de este año, se está llevando a cabo una renovación de aquellos sectores del centro de Santiago que, durante tanto tiempo, han sido víctimas de innumerables grafitis y rayados.
Porque no son murales pensados con antelación buscando dejar un bonito mensaje. Son marcas tipo meado de perro como diciendo: "¡Cashen, yo estuve aquí!".
Y aprovechando el ambiente festivo que inunda la ciudad, hice un breve paseo para fotografiar algunos sitios donde nos habíamos acostumbrado al rayado... a la cochina' y ahora es una verdadera delicia recorrer.
Creo, que eso mismo ocurre cuando descuidamos la apariencia de nuestro hogar. Esa mancha o raya que al principio salta a la vista con luces de colores, con el paso del tiempo, las semanas, los años, comienza a desaparecer. Se transforma en "parte del mobiliario" y dejamos de notar que está ahí. Finalmente, se hace cada vez más grande... Aparecen nuevas manchas y más rayas que termina dando pereza quitar.
Antes, cuando llegaba septiembre, las familias destinaban parte de su presupuesto de fiestas patrias a hermosear los muros de sus casas. Y así, junto con volantines, asados y fondas, también se podía apreciar barrios llenos de cariño, limpios y coloridos... o por lo menos así lo recuerdo yo.
Ojalá, esa tradición regrese y ahora que estamos "en mantenimiento", nos acostumbremos otra vez a lo bonito.
A ver, si de una vez por todas, los porfiados dejan de "mear" los muros y conseguimos, aunque sea de vista, una ciudad "un poco" más amigable.
Porque no son murales pensados con antelación buscando dejar un bonito mensaje. Son marcas tipo meado de perro como diciendo: "¡Cashen, yo estuve aquí!".
Y aprovechando el ambiente festivo que inunda la ciudad, hice un breve paseo para fotografiar algunos sitios donde nos habíamos acostumbrado al rayado... a la cochina' y ahora es una verdadera delicia recorrer.
Creo, que eso mismo ocurre cuando descuidamos la apariencia de nuestro hogar. Esa mancha o raya que al principio salta a la vista con luces de colores, con el paso del tiempo, las semanas, los años, comienza a desaparecer. Se transforma en "parte del mobiliario" y dejamos de notar que está ahí. Finalmente, se hace cada vez más grande... Aparecen nuevas manchas y más rayas que termina dando pereza quitar.
Antes, cuando llegaba septiembre, las familias destinaban parte de su presupuesto de fiestas patrias a hermosear los muros de sus casas. Y así, junto con volantines, asados y fondas, también se podía apreciar barrios llenos de cariño, limpios y coloridos... o por lo menos así lo recuerdo yo.
Ojalá, esa tradición regrese y ahora que estamos "en mantenimiento", nos acostumbremos otra vez a lo bonito.
A ver, si de una vez por todas, los porfiados dejan de "mear" los muros y conseguimos, aunque sea de vista, una ciudad "un poco" más amigable.