–Lobooooo, ve a ver quién golpea la puerta!! –Grita la abuela desde el dormitorio.
El lobo, secándose las manos en los bordes del delantal, acerca una pequeña banqueta próxima a la entrada y mira por el ojo de la puerta.
–¡¡Madre mía!! –exclama con los pelos parados y entra a los tropiezos al dormitorio de la anciana–. ¡¡Caperucita está aquí!!
Ella tantea rápido las cobijas en busca del móvil, tiene varias llamadas perdidas y un chat que le avisa de la llegada de su nieta.
Mira la puerta, se muerde el pulgar y en seguida ordena al lobo ponerse el camisón, la gorra, los lentes y hacerse pasar por ella.
–Pero señora, no me siento cómodo con esta situación... y si usted va y le dice a su nieta que vuelva más tarde??? –Reclama el lobo con bastante más cordura, mientras se arremanga las mangas del camisón.
–Tú harás lo que yo te diga, si no quieres terminar como los otros lobos de cuento. En el pueblo nadie te quiere y aquí vives alejado de cazadores y amenazas.
Sabía que su mala fama venía de todos sus antecesores que habían hecho cosas muy crueles... pero a él le cargaban las mentiras y eso le había costado dejar su manada.
Él quería vivir sin ser molestado, en paz con la naturaleza, meditando y haciendo yoga. Había decidido llevar una vida célibe y de servicio... pero nunca imaginó terminar en las garras de esta vieja tirana que se mostraba bonachona ante los ojos de los demás.
El cazador, pasaba todas las semanas a verla y se encerraban por horas... Bien lo sabía él, que mientras limpiaba y fregaba trastos, escuchaba las risitas y correteos en la habitación.
Finalmente, tras un momento de duda, termina metiéndose bajo las cobijas.
–¡¡Pasa querida, está abierto!! –Le grita con voz chillona a Caperucita, que sigue inquieta esperando en las afueras de la casa.
–Perdona que te reciba en cama. Es que me he sentido algo enferma y prefiero cuidarme, ahora que estoy más vieja y mis piernas me sostienen cada vez menos... –inventa el lobo sobre la marcha, al ver la cara de consternación de caperucita con el espectáculo.
La niña se acerca con timidez, se sienta en el borde de la colcha. Mira el rostro de ese ser peludo y narigón... ¿¿Qué enfermedad tan rara podría tener su abuela para estar tan cambiada?? Pero no dijo nada.
Echa un vistazo rápido a la pieza, alisa con la mano las mantas a su lado, deja las manzanas y el vino sobre la mesa y se despide con una alegre sonrisa.
El lobo tiritaba, temiendo lo peor. Sentía que la chiquilla algo sospechaba. Él había intentado hablar lo menos posible, encogido entre las mantas, tapando su enorme nariz con el cobertor... pero los niños de hoy no son como los de antes y el silencio de caperucita lo inquieto.
Al escuchar el click de la puerta, la abuela sale de su escondite y mira por la ventana mientras su nieta regresa a casa.
–Quédate ahí y no te muevas! –Le indica al lobo con cierto enfado–. Esperemos que la situación se calme y mi hija no quiera venir también.
Pero lejos de calmarse, todo estaba por ponerse mucho peor. Caperucita no creyó nada lo que la supuesta abuela le decía. Sentía que la real, podía estar en peligro y aunque miró cada rincón de la casa, no vio rastros de la anciana... Lo más probable, es que los lobos hayan entrado, asaltado a la abuela y ese engendro que estaba en la cama se hacía pasar por ella.
Contó todo lo que vio a su madre, que preocupada partió al pueblo en busca de ayuda. Preguntó por el cazador pero nadie lo había visto en toda la mañana. Corrió por el camino, se encontró con el leñador y le transmitió las inquietudes que Caperucita tenía.
Y así, el leñador junto a otros hombres del pueblo, parten en patota a la casa de la abuela.
–SEÑOOOORAAAAA!!! ¿¿Se encuentra usted bien?? –Grita uno desde afuera.
La vieja levanta un brazo en dirección al lobo, que aún yace en cama y con un gesto lo hace callar. Al sentir que la puerta se abre, alcanza a esconderse dentro del armario y desde allí, entre las rendijas de la puerta y la ropa colgada, los amantes ven como se llevan del pescuezo al pobre lobo que se deshace en explicaciones: ¡¡TODO HA SIDO IDEA DE ELLAAAAA!! ¡¡TODO HA SIDO IDEA DE ELLAAAAA!! Pero nadie le creyó.
Él, a diferencia de los otros lobos, era bajito y escuálido debido a la falta de ejercicio y a un régimen estricto de frutas y verduras. Eso hizo que llevarlo al pueblo fuera muy fácil. Luego de un rato de preguntas y respuestas que no llevaron a ningún lado.
Uno de los que intervenía en la reprimenda, grita: –Dentro del estómago, es el único lugar donde puede estar!!!
Llaman al leñador... y no encuentran nada, ni rastro. Dejan al lobo en el suelo, hecho jirones y se miran buscando respuestas.
–Debe haber más lobos dentro de la casa. –Dice alguien desde atrás–. Uno de ellos se la debe haber comido.
Y parten de vuelta a la casa, intentando salvar a la anciana de una vez por todas. Al llegar a la esquina, ven en la entrada algo que jamás nadie imaginó. El cazador besando a la pobre viejecilla que ellos tanto buscaban.
–Pero que cag.. alcanza a decir uno antes de parar en seco.
Todos se detienen a ver la escena, mientras los amantes retuercen sus manos y se encogen de hombros en señal de arrepentimiento.
En ese instante, llega corriendo caperucita y su madre que haciéndole el quite a los asombrados presentes, se adelantan dando un fuerte y apretado abrazo a la anciana.
–Hija, es que me sentía tan triste y sola. –Es lo único que se le ocurre decir.
El lobo, secándose las manos en los bordes del delantal, acerca una pequeña banqueta próxima a la entrada y mira por el ojo de la puerta.
–¡¡Madre mía!! –exclama con los pelos parados y entra a los tropiezos al dormitorio de la anciana–. ¡¡Caperucita está aquí!!
Ella tantea rápido las cobijas en busca del móvil, tiene varias llamadas perdidas y un chat que le avisa de la llegada de su nieta.
Mira la puerta, se muerde el pulgar y en seguida ordena al lobo ponerse el camisón, la gorra, los lentes y hacerse pasar por ella.
–Pero señora, no me siento cómodo con esta situación... y si usted va y le dice a su nieta que vuelva más tarde??? –Reclama el lobo con bastante más cordura, mientras se arremanga las mangas del camisón.
–Tú harás lo que yo te diga, si no quieres terminar como los otros lobos de cuento. En el pueblo nadie te quiere y aquí vives alejado de cazadores y amenazas.
Sabía que su mala fama venía de todos sus antecesores que habían hecho cosas muy crueles... pero a él le cargaban las mentiras y eso le había costado dejar su manada.
Él quería vivir sin ser molestado, en paz con la naturaleza, meditando y haciendo yoga. Había decidido llevar una vida célibe y de servicio... pero nunca imaginó terminar en las garras de esta vieja tirana que se mostraba bonachona ante los ojos de los demás.
El cazador, pasaba todas las semanas a verla y se encerraban por horas... Bien lo sabía él, que mientras limpiaba y fregaba trastos, escuchaba las risitas y correteos en la habitación.
Finalmente, tras un momento de duda, termina metiéndose bajo las cobijas.
–¡¡Pasa querida, está abierto!! –Le grita con voz chillona a Caperucita, que sigue inquieta esperando en las afueras de la casa.
–Perdona que te reciba en cama. Es que me he sentido algo enferma y prefiero cuidarme, ahora que estoy más vieja y mis piernas me sostienen cada vez menos... –inventa el lobo sobre la marcha, al ver la cara de consternación de caperucita con el espectáculo.
La niña se acerca con timidez, se sienta en el borde de la colcha. Mira el rostro de ese ser peludo y narigón... ¿¿Qué enfermedad tan rara podría tener su abuela para estar tan cambiada?? Pero no dijo nada.
Echa un vistazo rápido a la pieza, alisa con la mano las mantas a su lado, deja las manzanas y el vino sobre la mesa y se despide con una alegre sonrisa.
El lobo tiritaba, temiendo lo peor. Sentía que la chiquilla algo sospechaba. Él había intentado hablar lo menos posible, encogido entre las mantas, tapando su enorme nariz con el cobertor... pero los niños de hoy no son como los de antes y el silencio de caperucita lo inquieto.
Al escuchar el click de la puerta, la abuela sale de su escondite y mira por la ventana mientras su nieta regresa a casa.
–Quédate ahí y no te muevas! –Le indica al lobo con cierto enfado–. Esperemos que la situación se calme y mi hija no quiera venir también.
Pero lejos de calmarse, todo estaba por ponerse mucho peor. Caperucita no creyó nada lo que la supuesta abuela le decía. Sentía que la real, podía estar en peligro y aunque miró cada rincón de la casa, no vio rastros de la anciana... Lo más probable, es que los lobos hayan entrado, asaltado a la abuela y ese engendro que estaba en la cama se hacía pasar por ella.
Contó todo lo que vio a su madre, que preocupada partió al pueblo en busca de ayuda. Preguntó por el cazador pero nadie lo había visto en toda la mañana. Corrió por el camino, se encontró con el leñador y le transmitió las inquietudes que Caperucita tenía.
Y así, el leñador junto a otros hombres del pueblo, parten en patota a la casa de la abuela.
–SEÑOOOORAAAAA!!! ¿¿Se encuentra usted bien?? –Grita uno desde afuera.
La vieja levanta un brazo en dirección al lobo, que aún yace en cama y con un gesto lo hace callar. Al sentir que la puerta se abre, alcanza a esconderse dentro del armario y desde allí, entre las rendijas de la puerta y la ropa colgada, los amantes ven como se llevan del pescuezo al pobre lobo que se deshace en explicaciones: ¡¡TODO HA SIDO IDEA DE ELLAAAAA!! ¡¡TODO HA SIDO IDEA DE ELLAAAAA!! Pero nadie le creyó.
Fuente: Pinzellades al món |
Él, a diferencia de los otros lobos, era bajito y escuálido debido a la falta de ejercicio y a un régimen estricto de frutas y verduras. Eso hizo que llevarlo al pueblo fuera muy fácil. Luego de un rato de preguntas y respuestas que no llevaron a ningún lado.
Uno de los que intervenía en la reprimenda, grita: –Dentro del estómago, es el único lugar donde puede estar!!!
Llaman al leñador... y no encuentran nada, ni rastro. Dejan al lobo en el suelo, hecho jirones y se miran buscando respuestas.
–Debe haber más lobos dentro de la casa. –Dice alguien desde atrás–. Uno de ellos se la debe haber comido.
Y parten de vuelta a la casa, intentando salvar a la anciana de una vez por todas. Al llegar a la esquina, ven en la entrada algo que jamás nadie imaginó. El cazador besando a la pobre viejecilla que ellos tanto buscaban.
–Pero que cag.. alcanza a decir uno antes de parar en seco.
Todos se detienen a ver la escena, mientras los amantes retuercen sus manos y se encogen de hombros en señal de arrepentimiento.
En ese instante, llega corriendo caperucita y su madre que haciéndole el quite a los asombrados presentes, se adelantan dando un fuerte y apretado abrazo a la anciana.
–Hija, es que me sentía tan triste y sola. –Es lo único que se le ocurre decir.