Imagen de Viernes creativos El Bic Naranja |
Ramiro tenía una vida aparentemente feliz salvo por un inconveniente. Cada vez que salía a la calle había cierta palabra que se le escapaba en los momentos menos oportunos.
–¡¡¡Deme ¼ de Afsdygurhff...!!! Y ahí estaba. No podía evitarlo, se colaba en cualquier lugar.
En el vecindario, la gente gritaba ¡¡ALLÁ VIENE EL HAGGJHHFF!! Y él bajaba la mirada.
Los niños, lo apuntaban con el dedo y los extraños lo evitaban al pasar. Vivía acomplejado y con miedo a decir aquella "bendita" palabra que no podía controlar.
Buscó ayuda y los doctores le hicieron cientos de exámenes. Nadie pudo determinar con certeza cuál era su problema.
–¡¡Lo que usted tiene es tal cosa!! –Le decían y recetaban todo tipo de píldoras que no producían ningún efecto.
Hasta que un día todo cambió. Un médico especialista en enfermedades raras, le extendió un papel con una serie de instrucciones que debía seguir.
Era una especie de mapa esotérico que indicaba el camino hacia un bosque encantado.
–¡¡Quizás aquí encuentres lo que buscas!! –señala el doctor, marcando repetidas veces el lugar con círculos imaginarios.
Ramiro se va directo a ese sitio tan extraño y famoso a la vez. Había pasado millones de veces por allí y jamás vio algo como en la descripción.
Buscó el escaño, se sentó como le indicaron y pensó en sanar... Inmediatamente, una brisa y el olor a hoja fresca lo reciben.
Abre los ojos como platos al comprobar que sus pies están a 50 cm del suelo. Se siente tan liviano como una pluma, levitando sobre un colchón de hojas, delante de un enorme brazo que lo sostiene con unos hilos invisibles.
El brazo se ilumina y proyecta imágenes conocidas para él, pero también otras muy extrañas donde se ve a si mismo atándose los cordones con una mano. Las escenas se presentan como flashes y le demuestran que así como él, otros han llegado en busca de respuestas y posibles soluciones, pero pocos consideran la opción de dejar una mano a cambio de ser "normal".
El jóven mira a su alrededor y comprueba que efectivamente el bosque está lleno de manos que le hacen todo tipo de gestos de bienvenida. El brazo gigante había llenado toda su atención y nunca se percató del espectáculo que tenía delante.
Algunas manos hacían olas y saludaban, otras derechamente lo insultaban o sólo abrían y cerraban los dedos, mostrando el pulgar. Todas formaban parte de un ser humano que buscando consuelo y libertad había dejado en prenda su bien más preciado.
Ramiro ahora seguro de sí, baja la colina dejando atrás aquel misterioso bosque. Aún le hormiguea la mano y hasta siente que puede moverla, pese a que el puño de su camisa dice otra cosa.