Esta historia es difícil de creer. Parece magia, pero seguro en la naturaleza es lo más normal.
Tengo un pequeño balcón donde suelo poner macetas. Lo típico que sobrevive en la ciudad. Romero, menta, melisa... También, he cultivado algunos pimentones y albahacas.
Los pimentones salen en miniatura y he tenido amarillos y rojos. Llegan a su etapa de maduración, pero no alcanzan los 5 cm de diámetro.
Esta primavera, una de mis plantas lució muchas flores, y a diferencia de pimentones y albahacas, no le gusta el sol y lo demuestra con "artritis en sus hojas". Es una planta que me ha acompañado varios años. La compré pequeñita y conozco bien sus exigencias. Sólo toma sol de invierno y el resto del año, toca entrar por las mañana y sacar por la tarde.
Ya la he cambiado varias veces a medida que crece y suele echar muchas raíces, por lo que hay que hacer cambio de tierra y peluquería por lo menos una vez al año. Así, mi pequeña ruda se ha convertido en un arbolito que adorna mi vista cada día.
Una tarde, apareció una especie de abeja en el balcón y estuvo mucho rato intentando salir por los orificios de la malla. Mi gata me avisó y como dicen que hay que cuidar a los polinizadores, cerré el ventanal, mantuve a la fiera a raya y me quedé observando cómo el bichito se acercaba a la malla y retrocedía, varias veces, hasta que pilló el truco. Bajó levemente y acertó en el orificio. ¡Muy bien!
No habría pasado de ser una anécdota más sino fuera porque al otro día volvió. Rodeó la planta, se posó en sus flores y extrajo el azúcar con su bombilla incorporada. Curiosamente, esta vez, le costó menos salir por la malla. Parecía recordar cómo lo había hecho la tarde anterior... o fue pura suerte nomás.
Como ya estaba haciendo bastante sol. Un día, me dio pena dejar la ruda toda la mañana a la espera que viniera su comensal y la entré.
Al poco rato, apareció este amigo alado y se paseó por todo el balcón con un gran signo de interrogación... o eso me pareció a mí, jaja!
– ¿Qué pasó? Pero si me acuerdo que por aquí habían unas flores muy dulces, ¿y ahora no están? ¿Me habré equivocado de ruta? ...algo así, jaja!!
Mi gata y yo lo miramos dar vueltas en círculo, desde el otro lado de la ventana, pero cómo todo sucedió tan rápido no hubo tiempo de sujetar a la bestia y sacar la planta.
Pasaron unos días y ni señas del visitante. “Seguro encontró mejores jardines”, pensé. Era una locura viajar a un edificio para extraer néctar de 4 flores, jaja!
A estas alturas, me había encariñado con el visitante. Me parecía asombroso que recordara la ubicación de mi planta, descubriera cómo entrar y salir por la malla y viniera dos veces al día a comer... pero la naturaleza es así, me dije. Si no hay planta, no hay azúcar. ¡Next!
Seguí con mi rutina los siguientes días y como mi ruda ya no tenía pensionista, nuevamente empecé el baile de entrar y salir con ella. Un día, dejé el ventanal abierto y me encontré con el visitante en pleno living viendo cuál flor era más apetitosa.
De inmediato abracé a mi gata y nos quedamos sentadas cerquita mientras el bicho se alimentaba.
Como la planta estaba lejos del ventanal, me sorprendió la osadía de ingresar a la casa sin temor. Lo ayudé acarreando la maceta y salimos todos juntos al balcón. La ruda por un lado y el amigo zumbándome la oreja por el otro.
Hasta ese momento ya no sabía qué creer... Era como si el bichito intuyera que "esa cosa que se movía", osea yo, no le haría ningún daño y las veces que lo encontré volando dentro de la casa, sacaba la “planta móvil” con el comensal revoloteando a su alrededor.
Llegó un momento que comencé a esperarlo y a intentar fotografiarlo. No fue fácil. Claramente, no era abeja, pero de igual modo me impresionó su habilidad para adaptarse.
En vista de eso, mi ruda se vio obligada a soportar el sol de la mañana, aunque no le gustara. Tenía una misión, alimentar a mi comensal y curiosamente resistió mejor de lo que esperaba. Si hasta más flores le salieron, jeje... La naturaleza tiene formas mágicas de conexión que nosotros ni siquiera imaginamos.
Estos últimos días, mi visitante sigue viniendo pero no se queda detenido en las flores buscando alimento. Más bien, echa un vistazo y se va rápido.
Es como si me tuviera en su ruta y revisa si hay algo que pueda dar, sino sigue su camino... pero bueno, tenía claro que esta aventura duraría poco. Han pasado unos 15 días y a las flores se les termina su periodo. Imagino que a mi amigo también.
Esa es la magia de la naturaleza que cada día nos enseña que la vida es un constante devenir.
Tengo un pequeño balcón donde suelo poner macetas. Lo típico que sobrevive en la ciudad. Romero, menta, melisa... También, he cultivado algunos pimentones y albahacas.
Los pimentones salen en miniatura y he tenido amarillos y rojos. Llegan a su etapa de maduración, pero no alcanzan los 5 cm de diámetro.
Esta primavera, una de mis plantas lució muchas flores, y a diferencia de pimentones y albahacas, no le gusta el sol y lo demuestra con "artritis en sus hojas". Es una planta que me ha acompañado varios años. La compré pequeñita y conozco bien sus exigencias. Sólo toma sol de invierno y el resto del año, toca entrar por las mañana y sacar por la tarde.
Ya la he cambiado varias veces a medida que crece y suele echar muchas raíces, por lo que hay que hacer cambio de tierra y peluquería por lo menos una vez al año. Así, mi pequeña ruda se ha convertido en un arbolito que adorna mi vista cada día.
Una tarde, apareció una especie de abeja en el balcón y estuvo mucho rato intentando salir por los orificios de la malla. Mi gata me avisó y como dicen que hay que cuidar a los polinizadores, cerré el ventanal, mantuve a la fiera a raya y me quedé observando cómo el bichito se acercaba a la malla y retrocedía, varias veces, hasta que pilló el truco. Bajó levemente y acertó en el orificio. ¡Muy bien!
No habría pasado de ser una anécdota más sino fuera porque al otro día volvió. Rodeó la planta, se posó en sus flores y extrajo el azúcar con su bombilla incorporada. Curiosamente, esta vez, le costó menos salir por la malla. Parecía recordar cómo lo había hecho la tarde anterior... o fue pura suerte nomás.
Como ya estaba haciendo bastante sol. Un día, me dio pena dejar la ruda toda la mañana a la espera que viniera su comensal y la entré.
Al poco rato, apareció este amigo alado y se paseó por todo el balcón con un gran signo de interrogación... o eso me pareció a mí, jaja!
– ¿Qué pasó? Pero si me acuerdo que por aquí habían unas flores muy dulces, ¿y ahora no están? ¿Me habré equivocado de ruta? ...algo así, jaja!!
Mi gata y yo lo miramos dar vueltas en círculo, desde el otro lado de la ventana, pero cómo todo sucedió tan rápido no hubo tiempo de sujetar a la bestia y sacar la planta.
Pasaron unos días y ni señas del visitante. “Seguro encontró mejores jardines”, pensé. Era una locura viajar a un edificio para extraer néctar de 4 flores, jaja!
A estas alturas, me había encariñado con el visitante. Me parecía asombroso que recordara la ubicación de mi planta, descubriera cómo entrar y salir por la malla y viniera dos veces al día a comer... pero la naturaleza es así, me dije. Si no hay planta, no hay azúcar. ¡Next!
Seguí con mi rutina los siguientes días y como mi ruda ya no tenía pensionista, nuevamente empecé el baile de entrar y salir con ella. Un día, dejé el ventanal abierto y me encontré con el visitante en pleno living viendo cuál flor era más apetitosa.
De inmediato abracé a mi gata y nos quedamos sentadas cerquita mientras el bicho se alimentaba.
Como la planta estaba lejos del ventanal, me sorprendió la osadía de ingresar a la casa sin temor. Lo ayudé acarreando la maceta y salimos todos juntos al balcón. La ruda por un lado y el amigo zumbándome la oreja por el otro.
Hasta ese momento ya no sabía qué creer... Era como si el bichito intuyera que "esa cosa que se movía", osea yo, no le haría ningún daño y las veces que lo encontré volando dentro de la casa, sacaba la “planta móvil” con el comensal revoloteando a su alrededor.
Llegó un momento que comencé a esperarlo y a intentar fotografiarlo. No fue fácil. Claramente, no era abeja, pero de igual modo me impresionó su habilidad para adaptarse.
En vista de eso, mi ruda se vio obligada a soportar el sol de la mañana, aunque no le gustara. Tenía una misión, alimentar a mi comensal y curiosamente resistió mejor de lo que esperaba. Si hasta más flores le salieron, jeje... La naturaleza tiene formas mágicas de conexión que nosotros ni siquiera imaginamos.
Estos últimos días, mi visitante sigue viniendo pero no se queda detenido en las flores buscando alimento. Más bien, echa un vistazo y se va rápido.
Es como si me tuviera en su ruta y revisa si hay algo que pueda dar, sino sigue su camino... pero bueno, tenía claro que esta aventura duraría poco. Han pasado unos 15 días y a las flores se les termina su periodo. Imagino que a mi amigo también.
Esa es la magia de la naturaleza que cada día nos enseña que la vida es un constante devenir.
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Texto creado para los viernes creativos El Bic Naranja |